‘Curra’ lega a su muerte la única posibilidad de salvar de la extinción al rinoceronte blanco del norte | Ciencia

‘Curra’ lega a su muerte la única posibilidad de salvar de la extinción al rinoceronte blanco del norte | Ciencia

A Curra, una rinoceronta blanca del sur de dos toneladas de peso, la mataron microscópicas bacterias del género Clostridium este pasado 25 de noviembre en el parque Ol Pejeta de Kenia. Pero su muerte tras esta desigual lucha biológica no ha sido en vano. Curra estaba gestando el primer embrión creado en laboratorio e implantado con éxito por el consorcio alemán BioRescue en estos animales. Es la única y exigua puerta para la supervivencia de la subespecie del norte, de la que tan solo quedan dos hembras: Najin y su hija Fatu. La experiencia de Curra como madre subrogada ha demostrado, por primera vez, que es posible. Su legado es la esperanza de evitar otra extinción.

Najin y Fatu, ambas descendientes de Sudán, fallecido en 2018 por causas naturales, sobreviven en Ol Pejeta con el triste honor de ser las dos únicas supervivientes de la subespecie de rinoceronte blanco del norte. Su imponente presencia es un vergonzante recordatorio para la humanidad, causante de haber precipitado a estos animales hasta el peligro crítico de extinción por la caza y el cambio climático.

El consorcio BioRescue, financiado por el Gobierno alemán y del que forma parte una decena de entidades internacionales, comienza hace 15 años un programa científico para producir y preservar a -196 grados Celsius en nitrógeno líquido 30 embriones fecundados en laboratorios de Berlín (Alemania) y Cremona (Italia) a partir de óvulos y esperma de los últimos 12 rinocerontes blancos del norte que habían llegado vivos a este siglo en reservas y zoológicos. Todos menos Najin y Fatu han muerto ya. En 2019, arrancan los trabajos de investigación para desarrollar una técnica de implantación en madres sustitutas.

“Seguimos enfoques científicos alternativos para crear nuevas crías de rinocerontes blancos del norte y garantizar la mayor diversidad genética de su futura población. Todas estas estrategias convergen en la producción de embriones in vitro y su transferencia exitosa a madres subrogadas para crear un embarazo”, detalla Susanne Holtze, científica del proyecto.

Thomas Hildebrandt, jefe del proyecto BioRescue-Leibniz-IZW, muestra el feto de rinoceronte gestado durante 70 días por ‘Curra’.Jon Juárez / BioRescue

El escaso remanente de embriones y ejemplares del norte obliga a probar primero con la subespecie del sur, de la que quedan algo más de 10.000 animales. De esta forma, óvulos de Elenore, que vive en el zoológico belga de Pairi Daiza, se fecundan mediante inyección intracitoplasmática (directa al óvulo) en un laboratorio de Italia con esperma de Athos, del zoológico austriaco de Hellbrunn.

Quedaba por desentrañar el complejo ciclo fértil de los rinocerontes para determinar el momento preciso de la transferencia. Para detectarlo, Curra convive con Ouwan, un macho vasectomizado utilizado como indicador. Los científicos observan un apareamiento, presuntamente estéril, salvo por un fallo en la vasectomía, el 17 y el 18 de septiembre, lo que evidencia que Curra está lista. Científicos y veterinarios de BioRescue, dirigidos por el Instituto Leibniz para la Investigación de Zoológicos y Vida Silvestre (Leibniz-IZW), implantan dos embriones en Curra el 24 de septiembre. Días más tarde, Ouwan pierde el interés sexual por ella: está embarazada.

Aunque la transferencia de embriones es ya una técnica común en humanos y en especies domésticas y ganaderas, nunca se había conseguido en rinocerontes. Si la transferencia funcionaba, se demostraba su viabilidad, la única puerta para la supervivencia de la estirpe de Najin y Fatu. “Ha sido un territorio completamente inexplorado y cualquier cosa, desde el enfoque de los protocolos de procedimiento hasta el equipo requerido, ha tenido que ser inventado, desarrollado y probado para que fuera seguro”, explica Thomas Hildebrandt, jefe del proyecto BioRescue-Leibniz-IZW.

Hildebrandt aclara que la técnica empleada es muy similar a la que se usa con personas o en ganado vacuno y equino. “Pero necesita una tecnología diferente”, precisa. “No es un experimento porque no hacemos ningún daño a los animales. Solo queremos hacer crías, por lo que técnicamente todo está aprobado por el Servicio de Vida Silvestre de Kenia, por el Gobierno keniano, porque no tiene carácter experimental”.

El implante no se ejecuta a través del órgano reproductor de la rinoceronta, sino a través de su aparato digestivo, previamente desinfectado. Por el recto, introducen un largo catéter para llevar el embrión hasta los oviductos, donde comienza la gestación. “El índice de éxito es muy alto, aunque la técnica es un desafío”, comenta el científico.

Susanne Holtze y Thomas Hildebrandt, en el momento del implante del embrión a 'Curra' en el parque Ol Pejeta de Kenia el pasado septiembre.
Susanne Holtze y Thomas Hildebrandt, en el momento del implante del embrión a ‘Curra’ en el parque Ol Pejeta de Kenia el pasado septiembre.Jan Zwilling / BioRescue

Todo está medido al segundo y al milímetro, desde la anestesia hasta la carga del dispositivo de implantación con el embrión. “Hay muchos elementos muy difíciles y desafiantes para este procedimiento. Sin embargo, nuestro equipo está tan bien entrenado que ya estamos preparando un próximo implante”, asegura Hildebrandt, que prevé ejecutarlo en mayo.

El rinoceronte blanco necesita un proceso de apareamiento que se prolonga durante más de una hora y precisa de hasta seis eyaculaciones para fecundar al óvulo de forma natural unos seis días después de la ovulación. “El cuello uterino de la hembra es extremadamente largo y enrevesado”, explica el jefe del proyecto. Si se realizara el implante a través del útero, se provocaría irritación y daños que impedirían el éxito de la operación. Con su técnica de llegar a los oviductos a través del recto se reduce la intervención a 20 minutos.

La técnica funciona y Curra cumple a la perfección su papel de madre subrogada. Gesta durante 70 días el embrión de un macho que llega a alcanzar 6,4 centímetros de longitud. Sus posibilidades de nacer vivo tras un periodo de gestación completo de entre 16 y 18 meses se elevaban al 95%.

Pero, pese a su placentera vida en Kenia y la monitorización permanente, el enemigo, esta vez, es invisible. Un episodio climático adverso de lluvias torrenciales inunda la reserva de Ol Pejeta y dispersa cepas bacterianas de Clostridium Paraclostridium bifermentans y Paenicolostridium sordellii que causan una infección mortal en Curra y su compañero Ouwan, que fallece tres días antes.

'Curra', momentos después de recuperarse de la anestesia administrada para el implante.
‘Curra’, momentos después de recuperarse de la anestesia administrada para el implante.Jan Zwilling / BioRescue

Frank Göritz, veterinario jefe del proyecto, lamenta el desenlace: “Presenciar la muerte de un animal con el que has trabajado durante tanto tiempo por razones que no puedes dominar es deprimente. Tratamos de controlar todos los factores que afectan al bienestar de los animales, pero en la naturaleza no puedes hacerlo con todo y, a veces, tus planes se ven frustrados. Es muy triste, pero tratamos de mirar hacia adelante y verlo como un hito para la misión”.

Inmediatamente después del incidente, el equipo establece un programa de urgencia de vacunación, aislamiento y reparcelación de las zonas donde habitan los rinocerontes, incluidas las dos únicas blancas del norte existentes.

El siguiente paso es analizar muestras del tejido del feto en los centros alemanes Max Delbrück de Medicina Molecular y Leibniz-IZW para asegurarse de que el apareamiento natural había sido estéril y que el embarazo se había producido por la implantación artificial del embrión. Este mes de enero se confirma y se abre la puerta a la esperanza de salvar al rinoceronte blanco del norte.

El consorcio alemán ha anunciado este miércoles que ya ha arrancado la nueva fase de rescate de la subespecie, que pasa por la elección de una nueva madre subrogada, otro macho señuelo y otra implantación, que podría ser ya con un embrión de rinoceronte blanco del norte en un plazo de dos o tres años.

El director del proyecto cree que no será inconveniente el hecho de que el embrión y la madre subrogada sean de subespecies distintas. Ya se consiguió una cría de forma natural en 1978 con una pareja del norte y del sur. “Estamos muy seguros de que los embriones de rinocerontes blancos del norte en nuestra madre sustituta del sur tendrán éxito”, afirma.

Y añade: “Podemos producir entre 20 y 25 crías de rinoceronte blanco del norte en los próximos dos o tres años. Aunque solo quedan dos hembras, no podemos conformarnos con la extinción de esta subespecie. Ahora podemos decir que lo conseguiremos. El éxito llega justo a tiempo para lograrlo. Queremos que las crías convivan con Najin y Fatu durante años para aprender el comportamiento social de su especie”, resalta Hildebrandt. La subvención de seis años del Ministerio Federal de Educación e Investigación de Alemania (BMBF) finaliza en 2025, por lo que se abre una carrera paralela para asegurar la financiación del proyecto tras el aval de que los implantes de embriones son posibles.

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