La posición predominante de Estados Unidos en el ámbito global ha sido objeto de extensa discusión en los últimos años. Desde hace mucho, se ha visto como la fuerza dominante luego de la Segunda Guerra Mundial y particularmente tras la desintegración de la Unión Soviética. Sin embargo, el país americano se enfrenta hoy a importantes desafíos que ponen en duda su habilidad para conservar esa supremacía. Investigar si Estados Unidos está dejando de ser líder implica examinar aspectos geopolíticos, económicos, tecnológicos y culturales, además de analizar eventos actuales que han alterado el balance de poder mundial.
Cambio multipolar del orden mundial
Durante décadas, el mundo vivió bajo una estructura unipolar, con Estados Unidos marcando la pauta en términos de política exterior, defensa, avances científicos y difusión cultural. Sin embargo, recientemente ha surgido un escenario multipolar en el que nuevos actores, como China, la Unión Europea y, en menor medida, India, Rusia y Brasil, han incrementado su influencia. Esto se evidencia en organismos como el G20, el BRICS y la participación activa de países emergentes en debates globales sobre comercio y cambio climático.
La situación emergente de China tiene una importancia especial. Tras iniciar su apertura económica en 1978, China ha visto un rápido crecimiento, superando a EE.UU. en indicadores de paridad de poder adquisitivo y compitiendo con ellos en áreas estratégicas como el sector tecnológico e industrial. La implementación de la Iniciativa de la Franja y la Ruta ha aumentado significativamente la proyección internacional de China.
Retos económicos y tecnológicos
Estados Unidos sigue manteniendo una economía robusta y un sector tecnológico innovador, con empresas como Google, Apple y Microsoft a la vanguardia de las revoluciones digitales. No obstante, varios indicadores despiertan interrogantes sobre su sostenibilidad en el liderazgo económico.
Por un lado, la deuda del gobierno de Estados Unidos supera los 30 billones de dólares, de acuerdo con el Departamento del Tesoro, lo cual genera incertidumbres sobre su habilidad para sostener inversiones internacionales y su fortaleza económica a futuro. Al mismo tiempo, la dependencia de industrias que generalmente han sido sólidas, como la de petróleo o la militar, está mostrando señales de fragilidad ante la transición hacia energías renovables y el avance de tecnologías limpias, áreas en las que otras potencias están invirtiendo agresivamente.
Influencia geopolítica y bélica
El ejército de los Estados Unidos continúa siendo el más extenso y caro del mundo, con instalaciones en más de 70 naciones y un gasto en defensa que supera los 800 mil millones de dólares al año. No obstante, eventos recientes han mostrado claramente la disminución de su influencia. La desordenada evacuación de Afganistán, la debilitación de la confianza de algunos socios tradicionales y el progreso de otras potencias en la provisión de armamento y tecnología militar son indicios evidentes de una diversificación en las decisiones internacionales.
El conflicto en Ucrania también ha demostrado la creciente complejidad del entorno geopolítico. Si bien la OTAN, liderada por EE.UU., ha mostrado unidad ante la invasión rusa, la respuesta global ha sido menos homogénea de lo que se esperaba. Países de África, Asia y América Latina han optado por posiciones neutrales o calculadamente equidistantes, indicando un reposicionamiento ante el liderazgo estadounidense.
Impacto cultural y diplomacia suave
Estados Unidos sigue siendo un referente en la creación y distribución de productos culturales globales: cine, música, moda y plataformas digitales tienen gran penetración alrededor del mundo. Hollywood, Silicon Valley, el deporte profesional y el sistema universitario estadounidense mantienen su atractivo global.
No obstante, otros polos culturales han surgido. El auge del cine surcoreano o la proliferación de series y música de diferentes partes del mundo a través de plataformas como Netflix o Spotify han diversificado el consumo cultural mundial. Asimismo, las políticas migratorias restrictivas, ciertos episodios de violencia racial y el retroceso en derechos civiles han erosionado parcialmente la imagen positiva de Estados Unidos en el exterior.
Retos internos: división y gestión gubernamental
La crisis de liderazgo también tiene raíces internas. La creciente polarización política, con episodios como el asalto al Capitolio en enero de 2021, las dificultades para aprobar políticas fiscales y sociales y los persistentes conflictos raciales y sociales afectan la percepción de la capacidad estadounidense para ser modelo global. Además, la falta de una estrategia coherente frente a retos como el cambio climático o la gestión de pandemias ha sido objeto de críticas tanto nacionales como internacionales.
Casos específicos y evaluación comparativa
La retirada de Afganistán en 2021 simbolizó la fatiga imperial estadounidense, recordando al mundo los límites de la proyección militar frente a conflictos prolongados. Por otro lado, la respuesta a la pandemia de COVID-19, con demoras iniciales y una politización de las medidas de salud pública, contrastó con la eficacia mostrada por algunos países asiáticos.
Dentro del ámbito económico, el conflicto tecnológico entre EE.UU. y China sobre el dominio de la cadena de valor de los semiconductores, junto con la reciente ley CHIPS, destaca la urgencia de Estados Unidos por salvaguardar sectores estratégicos frente a la competencia mundial.
Innovadoras maneras de liderazgo y oportunidades
Si bien Estados Unidos enfrenta retos, también tiene capacidades para adaptarse y redefinir su papel mundial. La democracia estadounidense, aunque tensionada, sigue siendo resiliente y un referente para ciertos países. Sus universidades mantienen liderazgo en investigación científica, y la capacidad de atraer talento extranjero sigue vigente, pese a obstáculos coyunturales.
Tal vez el porvenir del liderazgo en Estados Unidos no consista en tener un dominio total, sino en la habilidad de colaborar y dirigir a través de alianzas que sean flexibles y adaptables. La creciente interdependencia mundial exige reconsiderar el liderazgo, no solo como la imposición de valores e intereses, sino como un papel de guía en la resolución conjunta de problemas compartidos.
En la actualidad, el liderazgo estadounidense se encuentra en una encrucijada, tensionado por tendencias internas y externas. El nuevo orden internacional, más complejo y plural, exige de EE.UU. una revisión profunda de sus estrategias, con apertura a la cooperación, la adaptación y la legitimidad renovada frente a actores emergentes que reclaman mayor protagonismo en el escenario global.