“Doctor, estoy cansada”. Cada vez más consultas en los centros de salud comienzan así. Es lo que les dijo a sus médicos Marta. Las analíticas salieron perfectas: no había signos de anemia o de problemas hormonales, los niveles son correctos, pero el cansancio es real. “A las 10 de la mañana ya estoy reventada y quiero que termine el día”, resume esta funcionaria de 41 años.
No existen estudios que pongan negro sobre blanco esta aparente tendencia, pero media docena de facultativos repartidos por España confirman a este periódico la percepción en sus consultas. “Es un fenómeno que se ha agudizado en el último año y medio o dos, tras la pandemia y lo hemos comentado muchos compañeros. Yo diría que el 60% de mis pacientes refiere cansancio: un tercio acuden específicamente por eso y otro tercio tiene este síntoma, aunque venga para cualquier enfermedad”, asegura Lorenzo Armenteros, de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG). Los motivos no están claros, pero cuando no hay causas orgánicas, los facultativos suelen achacar el origen a lo emocional: ansiedad, estrés, falta de sueño, o todo ello que se retroalimenta.
“Esta fatiga afecta a personas de todas las edades y géneros, aunque se observa con mayor frecuencia en adultos en edad laboral y en mujeres”, señala Armenteros, quien afirma que se trata de un agotamiento que “va más allá del cansancio común” y afecta a las actividades diarias de las personas durante periodos prolongados: “Les cuesta coger a los niños o se quedan dormidos en mitad del día”.
Una reciente encuesta publicada por EL PAÍS mostraba que a penas la mitad de los españoles duerme bien o muy bien la mayoría de los días. Y que las que peor duermen son las mujeres. Detrás hay un cúmulo de circunstancias que van desde problemas de salud mental hasta patrones de conducta y de ocio que afectan al descanso, como estar despierto a altas horas, la falta de luz natural y el uso cada vez más habitual de las pantallas antes de dormir.
Las causas del cansancio también son multifactoriales. “Nos crea mucho problema porque tenemos que estudiarlos como corresponde, hacer determinadas pruebas que en la mayoría de los casos son normales”, continúa Armenteros. Como poco, los médicos tienen que descartar anemia o alteraciones hormonales que puedan estar detrás de estos síntomas mediante análisis de sangre. Y cuando no están presentes, las herramientas para luchar contra ellos son muy limitadas, porque en general en las consultas de familia no tienen el tiempo suficiente para indagar en las causas psicológicas que pueden estar detrás, y la falta de recursos en salud mental en el Sistema Nacional de Salud hace impensable derivar a psicoterapia casos como los descritos.
Armenteros incide en que hay que repasar con el paciente si la alimentación es correcta y también, a menudo, proponerle que haga deporte, porque el sedentarismo va atrofiando la musculatura y retroalimentando ese agotamiento. “Puede resultar paradójico, pero la actividad física es beneficiosa para el cansancio, provoca endorfinas y un sueño más reparador”, añade.
Marta no sacó muchas conclusiones tras su consulta médica. “Solo que los análisis estaban bien, pero no sé por qué estoy cansada. No tengo más estrés, ni más trabajo, duermo bien, pero desde hace unos meses estoy agotada”, sostiene. Laia Ruiz, también de 41 años, está a la espera de los resultados de las analíticas y, según dice, se “arrastra por la vida” desde después de Navidades. “El médico me dijo que seguro que era estrés, pero tampoco creo que tenga más del normal. He subido la ingesta de cafeína porque si no, no rindo. Y al mediodía me caigo de sueño y me tengo que echar una siesta”, explica.
Verónica Olmo, médica de familia y miembro del Grupo de Trabajo de Salud Mental de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen), cuenta que muchas veces es el ritmo de vida lo que hay detrás de todo esto, aunque el paciente no se percate: “La velocidad a la que vamos, todo lo que llevamos encima… la gente lo ve como algo normal porque están acostumbrados, pero cuando nos paramos y les muestro todo lo que hacen en un día, se dan cuenta de que es más de lo que pueden asumir”.
Numerosos indicadores reflejan un deterioro de la salud mental tras la pandemia (un tercio de los españoles aseguraba que había empeorado), y pueden estar detrás de este cansancio que sienten muchas personas. En la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC) buscan ahí parte de la explicación. “Se ha pasado de tener consultas colmadas con clínica de procesos de enfermedad a consultas sobre incertidumbres vinculadas a la salud. Y eso se explica por un aumento de la preocupación en relación con la salud propia que va en aumento año tras año y se ha multiplicado de forma exponencial tras la covid”, en palabras de su presidenta, Remedios Martín Álvarez.
¿Cansancio o astenia?
Armenteros diferencia entre el cansancio muscular, con el que los pacientes sienten que necesitan una recuperación, y la astenia, que es una fatiga más difusa que dificulta las tareas cotidianas. “Vemos ambas cosas en consulta”, zanja.
Según Marisa Valiente, coordinadora del Grupo de Trabajo de Salud Basada en Emociones de la semFYC, el 25% de los pacientes que acuden a la consulta tienen astenia, que se considera el séptimo motivo de consulta en Atención Primaria y tiene un pico entre los 15 y los 34 años.
La astenia se puede clasificar en función de su tiempo de evolución en aguda (un mes o menos), subaguda (de uno a seis meses) o crónica (seis meses o más). “Este dato es relevante porque orienta las causas y, por lo tanto, el manejo del síntoma. En casos de astenia aguda, son mucho más probables las causas orgánicas y la presencia de acontecimientos vitales estresantes. Las infecciones son la causa orgánica más frecuente y en general provocan astenia aguda y autolimitada, mientras que cuando la sintomatología es crónica puede responder con mayor frecuencia a trastornos ansioso-depresivos, enfermedades orgánicas o fatiga crónica idiopática (de origen desconocido)”, añade Valiente.
La doctora apunta que en un 75% de los pacientes se estima que habrá desaparecido la astenia antes de seis meses y que la cronificación de la sintomatología sin causa que lo justifique tiene una prevalencia que varía entre el 1% y el 10%. “Tienen peor pronóstico la edad avanzada, las enfermedades mentales y la creencia por parte del paciente de que la causa es física. Para otros autores el mal pronóstico se asocia con una mala situación social”, concluye.
Síndrome de fatiga crónica y otras explicaciones
Tras pasar algunos virus, como la mononucleosis o, ahora, la covid, puede quedar un cansancio y una niebla mental durante un tiempo. Cuando un conjunto de síntomas comunes afectan a grupos de población y no existe detrás un fallo orgánico conocido, suele hablarse de síndromes, el postcovid o covid persistente están aquí englobados (aunque cada vez hay más información de sus causas). El de fatiga crónica, otro distinto, y afecta a entre un 0,25% y un 2,5% de la población, en función del estudio, las poblaciones investigadas y los criterios.
Juan Torres Macho, jefe de Servicio Medicina Interna del Hospital Infanta Leonor, explica que aunque es un cansancio real, para combatirlo no existen buenos tratamientos, por lo que a menudo “el sistema pasa de esos pacientes”. “No hay marcadores diagnósticos y los pacientes están desesperados, muchos tienen problemas psicológicos, historias de trauma, depresión. Y como no da con la solución, son pacientes muy insistentes, que acaban acudiendo a medicina alternativa, hierbas o se les acaba recetando pastillas antidepresivas que les pueden perjudicar”, explica.
Sin embargo, no todo cansancio aparentemente inexplicable debería acabar con la etiqueta de síndrome de fatiga crónica. En opinión de Miguel Ángel Duarte, especialista en Medicina Interna del Hospital Universitario de Fuenlabrada, esto puede llegar a perjudicar a los pacientes. “Corremos el riesgo de sobrediagnosticar estos síndromes sin incidir en lo que pueda haber detrás. La gran mayoría de quienes presentan fatiga crónica también tienen ansiedad y depresión, así que hay que explorar el terreno psicológico. Si el diagnóstico puede ayudar a que reciban una psicoterapia, perfecto, pero si simplemente lo usamos para dar alguna respuesta puede llegar a estigmatizar, porque ya tienen esa etiqueta y los médicos no tenemos herramientas contra esos síndromes y podemos dejar de profundizar y pasar por alto enfermedades graves, como un cáncer”, subraya.
Duarte está especializado en enfermedades autoinmunes, que también presentan frecuentemente asociado cansancio. “Incluso con los 20 minutos que tenemos nosotros por paciente, mucho más que en Atención Primaria, se hacen insuficientes para profundizar en las causas de esa fatiga”, apunta.
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