El periodista Iñaki Gabilondo ha legado a la Caja de las Letras del Instituto Cervantes algo que para el periodista tiene un gran valor simbólico: el micrófono desde el que hizo su último comentario tras 55 años de radio, un trabajo “desperdigado por el viento”, con el que espera haber aportado algo a sus oyentes.
Son las palabras con las que Gabilondo ha intervenido en el Cervantes al aportar su legado, en el que han contribuido también la directora de EL PAÍS Pepa Bueno y Mara Torres, responsable de El faro en la SER, con sendas cartas para la que es “la voz de una democracia madura, de una transición concluida para la convivencia de las españolas y los españoles”. Estas últimas palabras han servido al director del Cervantes, Luis García Montero, para perfilar a Gabilondo, quien, como ha recordado, ha acompañado a los españoles en el desayuno, en el trabajo, a distintas horas, contando en el día a día la vida “hoy por hoy”.
Por eso, tal y como ha dicho, a pesar de los numerosos premios que el periodista ha recibido por las “muchas verdades como puños” que —ha dicho Montero― ha contado, lo más importante que puede tener como profesional es el respeto y el cariño de la gente. Unos comentarios que han emocionado a Gabilondo, que también ha agradecido las cartas de Bueno y Torres. La primera ha recordado el segundo de silencio del periodista el 11 de marzo de 2004, un instante que se produjo tras un quiebro de su voz y con el que ella ya presumió que algo grande ocurría. “En aquel día desolador, en el que trabajaste horas y horas buscando la verdad”, ha dicho dirigiéndose a Gabilondo, el periodista, según Bueno, dejó una clara enseñanza, que si quieres comunicar “de verdad” debes construir confianza. “Una confianza real, no mitómana, ni interesada, una confianza basada en el respeto a la inteligencia del oyente”, ha agregado. Con Gabilondo, Mara Torres entendió, según ha contado, que el micrófono que tenía delante no era solo un instrumento que le hacía llegar a mucha gente, sino un símbolo de que debía cuidar lo que decía a través de él “con rigor, cercanía y con la exigencia de mirar en todas las direcciones”.
Sobre el micrófono, Gabilondo ha reconocido que él no tiene “nada que legar”. “Hay quien entrega un cuadro, un libro, un manuscrito, una partitura, o un dibujo que ofrece algo que tiene un valor objetivo en sí mismo”, ha explicado. “Pero en mi caso, si lo que yo he hecho ha tenido algún sentido, es un servicio ya cumplido”, ha añadido. “No sé muy bien si lo que he podido decir ha llegado a germinar, si lo ha hecho y cuántos miles o millones de palabras han servido para algo o no han servido para nada”, ha reflexionado, para añadir después que su “esperanza” es que su legado esté, “humildemente, en el cerebro y en el corazón de mucha gente”. ”El temor que uno tiene es que todo eso haya resultado, para algunos, tóxico. Mi esperanza es que no haya producido efectos venenosos en nadie o en casi nadie. Y que le haya podido, sin embargo, servir de alguna cosa”, ha defendido.
Gabilondo (San Sebastián, 81 años) inició su carrera profesional en la radio, medio del que ha sido una de sus voces más representativas. Fue director de informativos de TVE, donde vivió el fallido golpe de estado del 23-F. Vinculado durante más de treinta años a la cadena SER dirigió hasta 2005 Hoy por hoy, el programa de más audiencia de la historia de la radio española. Luego retomó la televisión como presentador de los informativos de la cadena Cuatro y trabajó en CNN+. Ha sido colaborador de EL PAÍS y ha publicado tres libros sobre la historia española reciente y del estado del periodismo.
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